Desde que el todavía presidente  cogió las riendas de la operadora hasta ahora, el panorama ha cambiado tanto para el sector que ha dejado de ser foco tecnológico para convertirse en una industria madura que se encarga de ofrecer servicios básicos; es decir ha pasado de descubrir internet y los servicios de la telefonía móvil a convertirse en una utility.



Para muestra, un botón. En el año 2000 había cuatro unidades de Telefónica en bolsa: la propia matriz, Terra (el exponente máximo de la burbuja puntocom en España), TPI (las extintas páginas amarillas que ya casi nadie se imaginaría en usar) y Telefónica Móviles.   En estos momentos está planeado la salida a bolsa de Telxius, la filial de redes que podría estar valorada en unos 10.000 millones.
 
Un proceso por el que han pasado todas las operadoras europeas en este tiempo que también se vieron inmersas en el proceso de diversificación y expansión geográfica. Pero Telefónica ha pasado de ser una empresa estatal a un gigante internacional que ofrece todo tipo de productos, desde telefonía fija a televisión. En estos momentos, además, casi genera las mismas ventas en España que en Brasil, sus dos principales mercados.

Precisamente esta expansión internacional que llevó a la empresa a ser una de las principales operadoras americanas que compite mano a mano con la propia América Móvil, a estar en el Reino Unido, Alemania o Checoslovaquia….  Su afán comprador ha convertido a la compañía española en la operadora más endeudada en Europa, con algo más de 66.000 millones de euros. 



A finales de 2015 se había convertido en la segunda compañía con más deuda/ebitda del Eurostoxx, con un ratio del 4,9%. Cuando en Europa se penalizaba la deuda en plena crisis soberana del viejo continente, Telefónica se vio obligada a reducir su dividendo, uno de los más atractivos de todo el mundo para reducirlo significativamente, aunque sigue siendo elevado. Pasó en 2012 de tener una rentabilidad por dividendo del 2012 al 7,2% actual. De hecho, la empresa puede verse beneficiada de la decisión del BCE de comprar deuda financiera de compañías no financieras.

César Alierta abandona la primera línea de la operadora en un momento en el que hay dudas y no solo por la deuda, ya que se espera que se reduzca en 14.000 millones de dólares cuando venda la británica O2. En el aire sigue pendiente la sostenibilidad del dividendo, uno de los principales drivers de la acción. Además, tiene que luchar contra el aumento de la competencia tanto en España como en otros mercados, que sigue tirando los márgenes.

Quizá esto haya hecho que Telefónica no despunte en bolsa. En los últimos siete años sus accionistas solo han visto revalorizaciones en dos, en 2013 y 2014 y sigue cotizando muy lejos de sus máximos históricos.

De hecho, es la operadora europea con un menor peso en su accionariado de inversores institucionales. En la actualidad solo el 23% está en posesión de manos fuertes, frente al 68% de Vodafone. Quizá un cambio en la cúpula pueda animar al dinero a volver a Telefónica.



En estos momentos, de hecho, es la segunda operadora europea más barata justo después de BT Group, con un PER de poco más de 15 veces.


Hace solo unos meses, los expertos de Citi señalaban a la operadora española y a Vodafone como sus favoritas del sector en Europa. Explicaban que está estabilizando su rentabilidad y se podría beneficiar de una recuperación de la economía española, así como una mejora de los precios en este mercado.

Por otro lado, aseguran que “en algunos mercados de Latinoamérica podrían observarse aumento de las ventas por encima de los crecimientos de la inflación”.

En la actualidad, el 51% de los analistas que siguen el valor apuestan por comprar las acciones de la empresa, el 27% opta por mantener y el 22% opta por vender. El precio medio del consenso es de 11,63 euros por acción, lo que le daría un potencial de un 18% desde el nivel actual.  

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