Este escenario lleva años vigente. Y todo indica que en 2020 no cambiará el guion. Tampoco los protagonistas. Los inversores seguirán pendientes del presidente de la Reserva Federal, el banco central de EEUU, Jerome Powell, y de la nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. También de Boris Johnson para comprobar cómo se termina ejecutando el Brexit. Pero, sobre todo y por encima de todo, hay una mano –dos, mejor dicho- que será de lo más visible e influyente en la economía y los mercados en 2020: la de Trump.
El líder republicano aspirará a su reelección en los comicios de noviembre. No le basta, ni mucho menos, con la campanada que dio en 2016. Quiere más. Cuatro años más. Y tiene claro que esa aspiración pasa por llegar a la cita electoral como ‘el gran héroe americano’ de la economía y de Wall Street, el artífice del desempleo más bajo en décadas –inferior al 4%-, del ciclo económico expansivo más largo de siempre –ya va por su mes 125, con lo que ha dejado atrás el anterior récord de 120 meses- y de un Wall Street que sube, sube y no deja de subir, con el Dow Jones cada vez más cerca de la imposible meta de los 30.000 puntos.
El ‘matiz’, nada pequeño, reside en ver cómo casan sus ambiciones y los medios que emplea para intentar lograrlas con los intereses del mundo. Lo acontecido en 2019 no deja de ser un anticipo de lo que está por venir en 2020. Ha sido un año entero marcado por las tensiones y las distensiones en su conflicto comercial y tecnológico con China. Ahora pongo tarifas, ahora las quito; ahora amenazo con nuevos aranceles, ahora doy marcha atrás… Una ‘yenka’ económica y política cuyo efecto nunca es neutro; su simple presencia nutre tantas y tan variadas incertidumbres que paraliza inversiones, proyectos, contrataciones y economías. Las continuas revisiones a la baja de las previsiones de crecimiento para 2020 realizadas en los últimos meses así lo evidencian.
Nada hace pensar un cambio de estrategia en 2020. Trump hará lo que más le convenga. O lo que crea que le convenga. Apretando a Powell, a Pekín o a Bruselas en función de sus necesidades y conveniencias. Acelerando y frenando, frenando y acelerando, en un peligroso juego que, a fuerza de prolongarse, puede acabar descontrolándose. Un mundo lleno de ruido y de incertidumbres. De cortoplacismos y tacticismos. Y no será porque falten cuestiones que requieran luces largas. Ahí están, por ejemplo, la revolución tecnológica y la robotización, el envejecimiento de la población en muchos de los países desarrollados o el medio ambiente y la sostenibilidad del planeta.
Pero manda lo que manda. Y manda quien manda. Trump, Donald Trump. Con sus manos visibles, que en 2020 volverán a dominar el mundo político. Y el económico.