Ni en el consenso hay una opinión generalizada, ni tampoco en el seno del BCE, así que la decisión sobre si actuar o no podría tomarla Draghi. Las últimas pistas del banquero italiano redundan en su idea constante de que la Zona Euro incurre en “un periodo prolongado de inflación baja, pero después habrá un movimiento gradual alcista hacia una inflación por debajo, pero cerca, del 2% más tarde”; y en su compromiso con seguir “atentos a los posibles indicios de la aparición de cualquier riesgo bajista adicional a la estabilidad de precios y estamos preparados para actuar”.
Antes de estas últimas palabras de Draghi, el estratega de Citi en España, José Luis Martínez Campuzano, ya advertía de la importancia del encuentro del BCE del próximo jueves. Lo hacía tras escuchar al propio presidente en el pasado G20, donde Draghi dijo que la reunión de marzo será fundamental para calibrar el margen de la política monetaria y que entonces dispondrían de más información para evaluar las medidas a tomar.
1) “Compra de ABS: comprar a los bancos comerciales de Europa paquetes de préstamos. Es decir, si un banco como Santander, BBVA, etc, concede créditos a personas o empresas, puede agruparlos en paquetes y venderlos en el mercado bajo determinadas condiciones. Son los ABS. Si el BCE los compra, facilita que la banca conceda préstamos, puesto que ya tendría asegurado un comprador. De ese modo, se conseguiría que circule más dinero por la economía y, en teoría, se reforzaría la subida de precios.
2) Eliminar la esterilización. En 2010, el BCE compró deuda de los Gobiernos europeos, entre ellos el de España, en grandes cantidades para evitar que los inversores la rechazaran hasta el punto de hacer quebrar a esos mismos países. Pero esa compra se realizó con dinero nuevo, es decir, impreso específicamente para realizar esas operaciones. De cara a evitar que toda esa cantidad monetaria distorsionara los mercados, el BCE decidió retirarla por otro lado, en concreto, ofreciendo a los bancos comerciales depositarla en el propio BCE. Eso se conoce como esterilización. Lo que se plantea ahora es devolverlo a los bancos, de modo que aquel dinero nuevo vuelva al sistema financiero para quedarse. Esta herramienta tiene un impacto menos directo que la anterior, puesto que no se traslada a crédito de forma inmediata, por lo que puede constituir una aproximación más moderada.
3) Bajar tipos. Teniendo en cuenta que el tipo de referencia se encuentra ya en el 0,25%, realmente existen dos posibilidades: bajarlo aún más, hasta, por ejemplo, el 0,15%. El impacto real de esta medida sería nulo, salvo para mercados muy específicos. O reducir el tipo de depósito, es decir, lo que se le paga a los bancos comerciales por depositar su dinero en el BCE. Esta cifra está actualmente en el 0,0%, por lo que se plantearía situarla en negativo, de modo que, a efectos prácticos, los bancos pagarían para que el BCE les guardara su dinero. Es la más polémica por las distorsiones que causa en los mercados financieros y la que más oposición encuentra entre los directivos del BCE”.
Martínez Campuzano cree que la baja inflación otorga margen al BCE para actuar, pero advierte de que la reciente decisión del Tribunal Constitucional alemán de encontrar incompatibilidades a la compra de bonos soberanos abre “un amplio debate sobre qué medidas pueden tomarse. Sin duda, las que no entran en este debate son un recorte adicional de tipos o suspender la esterilización del SMP (compras de deuda)”.
Matellán, por su parte, concluye que todas son medidas encaminadas a modificar la cantidad de dinero que circula en Europa, con el objeto de aumentar artificialmente los precios. “Aún no sabemos si se va a utilizar alguna de ellas, pero lo que sí está claro es que los mercados financieros las esperan con ansiedad, puesto que suponen una nueva dosis de liquidez que permitiría seguir encareciendo todos los activos. El problema es que su impacto real en la economía de familias y pymes es, en el mejor de los casos, desconocido”.
J.M./M.G.