2021 será posiblemente recordado como el “año de las vacunas” y de la retirada de la mayor parte de las medidas de restricción, con el consiguiente inicio de una recuperación de la actividad. Pero también será recordado, junto a 2020, como un ejercicio en el que los entornos económico, social y sanitario demostraron su gran capacidad para reinventarse de una forma vertiginosa y sorprender incluso al más preciso de los expertos.
Ahora, recién estrenado 2022, pensamos en él como el año en el que la recuperación económica se consolidará y los mercados bursátiles volverán a abrirse a nuevas oportunidades, aunque acechados también por ciertos riesgos que podrían condicionar las rentabilidades.
Cisnes negros
Una inflación más persistente y elevada que derive en reducciones del consumo y en un aumento de costes para las empresas que se refleje en sus márgenes, una subida de tipos de interés que pueda dañar al coste de financiación de las compañías, unos cuellos de botella persistentes y un repunte importante del Covid, son algunos de los cisnes negros que asoman en los mercados.
De todos ellos, para Araceli de Frutos Casado, consejera de Araceli de Frutos EAFI, la variable que más pesa, por ser incontrolable, es el Covid, ya que, “desde el lado de la inflación, hay que pensar que, a medida que pase el tiempo, por efecto base, se tenderá a armonizar”. Un riesgo, el del coronavirus, que también prioriza Victoria Torre, responsable de Oferta Digital de Singular Bank. “La nueva ola de la pandemia y la aparición de la variante ómicron condicionan a la baja la senda de crecimiento económico. La reintroducción de las medidas de distanciamiento social y las nuevas restricciones de movilidad en los viajes internacionales perfilan un comienzo de 2022 con una menor reapertura económica y normalización de la actividad social de lo proyectado en el escenario base. La actual incertidumbre condiciona no sólo la recuperación de los sectores más afectados por la crisis sanitaria, sino también el dinamismo de la inversión y del consumo, que representa en torno a un 60% del PIB de las economías avanzadas. Todo ello en un contexto en el que China mantiene elevadas medidas de distanciamiento social. Un hecho que tendría implicaciones negativas en la solvencia y los resultados empresariales y en el mercado laboral, principalmente en el turismo, el ocio y la aviación”, explica Victoria, que añade, no obstante, que “el escenario de una menor actividad prevista en los próximos meses podría modular la inflación”.
Una inflación que, para muchos, sin embargo, no va a adaptarse rabiosamente a la baja por el momento. “Después de una década prácticamente sin inflación, vamos hacia un escenario de inflaciones algo más altas en media. No esperamos que las tasas de 2021 continúen al mismo ritmo, pero sí que el mundo vaya hacia una inflación del entorno de 1.5/2/2.5% de forma continuada para la próxima década. En cualquier caso, ese escenario debería traer cierta normalización monetaria, algo que ya está comenzando, a pesar de ser un proceso lento, con la retirada de estímulos y el inicio del tapering. Ese proceso tardará varios años en acelerarse, pero creemos que estamos en el punto de inflexión de la inflación baja estructural de la última década”, apunta Jose Lizán Fernández, gestor de Retro Magnum Sicav de Quadriga AM.
Precisamente, el alza generalizada de los precios, ligada inevitablemente a una respuesta por parte de los Bancos Centrales en su política macroeconómica, es el riesgo que más podría pesar sobre los mercados bursátiles este 2022. Es cierto que “el movimiento de los Bancos Centrales podría afectar a la renta variable si se vuelven extremadamente contractivos”, explica Araceli de Frutos, pero también lo es que “con lo ya descontado por el mercado no creo que afecte demasiado”, señala. Y así parece ser a juzgar por los nuevos movimientos de ficha de la Fed y del BCE en sus respectivas reuniones del pasado mes de diciembre y la respuesta de los inversores en bolsa: alzas en los mercados europeos y americanos a cierre de ambas jornadas, tras darse a conocer las nuevas propuestas.
En concreto, en su reunión del pasado 15 de diciembre, y una semana después de que la inflación estadounidense repuntara a su nivel más alto en 40 años (6,8%), la Reserva Federal de EEUU reafirmaba su compromiso con la estabilidad de los precios y se mostraba más agresiva. Por un lado, se duplicaba la reducción de las compras de forma que, a partir de este mes de enero, la institución americana dejaría de adquirir activos por valor de 30.000 millones de dólares al mes, una decisión con la que la Fed se encamina a concluir el tapering este próximo marzo, tres meses antes a lo inicialmente previsto. Por otro, justificaba una subida acelerada de los tipos: sólo para 2022 los miembros del FOMC estarían hablando de tres alzas de los tipos, con otras tres en 2023 y dos en 2024. Por su parte, el BCE se reunía un día después y anunciaba el fin de las compras especiales contra la pandemia en marzo y la reducción de los estímulos a menos de la mitad en 2022, pero sin tocar, por el momento, los tipos de interés.
“En Europa el tono aún es más ‘dovish’, pero deberían ir modificando el mensaje, como ha hecho Jerome Powell, y podríamos confirmar en unos meses que en Europa el repunte de la inflación tampoco va a ser tan pasajero como se preveía. La recepción en EE.UU. al cambio de mensaje ha sido muy razonable por parte de los inversores, aunque creemos que en Europa sería más negativa, dado que en el viejo continente no tenemos la fortaleza del crecimiento y los datos de empleo que al otro lado del charco”, explica a este respecto Pablo García, director de DIVACONS-AlphaValue.
La renta variable seguirá liderando las carteras
Dicho esto, claro está que, más allá del Covid, el dúo inflación-tipos seguirá planeando en las decisiones de inversión y marcará el ritmo del mercado, nos guste o no. Sin embargo, y a pesar de todo, “no creo que, como se dice comúnmente, llegue la sangre al río, ya que se espera que los beneficios empresariales repunten también en 2022, aunque en menor medida que el año pasado. Se estima un crecimiento de beneficios del 7%”, explica Araceli de Frutos, para la que los mercados de renta variable serán de nuevo el activo de moda para este año. “Creo que los mercados bursátiles tienen un fondo aún positivo. Sin embargo, y aunque tendremos rentabilidades positivas altas, no creo que se repitan las estupendas rentabilidades de doble dígito alto vistas en 2021, ya que estaremos en un entorno más volátil”.
Una opinión que comparte Lucas Maruri Pérez, CFA y gestor de Renta Variable en Gesconsult, al señalar que ”para 2022 debemos esperar una rentabilidad mucho más normalizada que a la que nos hemos acostumbrado estos últimos 18 meses. Históricamente la bolsa ofrece una rentabilidad en torno al 6-7%, una cifra más que factible teniendo en cuenta el crecimiento de beneficios esperado para este año. Es cierto que parte de la subida de 2021 no solo ha sido por crecimiento de beneficios sino también por expansión del múltiplo, y parte tiene que ver con la caída de los tipos de interés y el traspaso de muchas inversiones de renta fija a renta variable, incluso sin atender demasiado a las valoraciones”, explica. “Por este mismo motivo se puede esperar también que 2022 no sea un año tan positivo para renta variable y que sea, no un año de caídas, pero sí de transición bastante plano en el que se va a producir una contracción del múltiplo a medida que siguen creciendo los beneficios empresariales”, señala el gestor de Gesconsult.
y… ¿cuáles serán las grandes bazas?
Para Araceli de Frutos las oportunidades en renta variable estarían en aquellos sectores y compañías que tengan capacidad de fijación de precios, con poca o ninguna deuda, con capacidad de creación de su propia demanda (como pueden ser los servicios a empresas), sectores apoyados por las políticas fiscales a ambos lados del Atlántico como son el de renovables o infraestructuras, y otros con una parte defensiva como pueden ser farma y salud.
Pablo García apuesta, en primer lugar, por el sector financiero. “Los tipos largos deben subir tras los repuntes de la inflación y la prevista subida de tipos por parte de los Bancos Centrales, y eso debería facilitar la mejora de los márgenes de intermediación y niveles de rentabilidad para el sector financiero. Sin embargo, las economías domésticas y empresas (además de la administración pública) están fuertemente endeudadas tras un largo período de “easy money”. La mayor carga de la deuda y el menor acceso paulatino al crédito podrían poner problemas. En cualquier caso, nuestros sectores preferidos son: bancos, aseguradoras, tecnología y bienes de equipo”. Y, acotando geográficamente, primero EE.UU., después Europa y, por último, España.
Precisamente en el mercado particular de la renta variable española, y más concretamente del Ibex 35, José Lizán cree que la clave para su repunte está también, principalmente, en el sector bancario. “El potencial del selectivo español irá aumentando gradualmente conforme el sectorial bancario vaya recogiendo el mismo. Creemos que los 9800 puntos del Ibex son un objetivo alcanzable si el sector bancario cumple ese guión y se acerca a valoraciones cercanas a 1 vez valor en libros, el sector renovable eléctrico pasa el bache de cortes de cadenas de suministro y retrasos de pipeline, y el sector turismo, una vez pasado ómicron, se estabiliza. A corto plazo estará penalizado, pero ofrece un enorme potencial por valoración”, puntualiza.
Por su parte, para Lucas Maruri la balanza de los diferentes tipos de inversión se decantará hacia un lado u otro conforme avance 2022. “En la primera mitad del año, cuando sigamos teniendo una inflación elevada y unos datos de crecimiento sobre todo en el caso de España fuertes, en nuestro mercado nacional lo cíclico probablemente lo pueda hacer mejor. Mientras, en la segunda mitad del año, si vemos una relajación de la inflación y se despejan algunas dudas sobre el crecimiento, quizás volvamos a ver como valores de calidad, con más perfil growth, sobre todo si durante la primera mitad del año han tenido cierta contracción del múltiplo, puedan volver a hacerlo mejor”.
Finalmente, Victoria Torre se muestra algo más reticente con la renta variable y pone el foco “en megatendencias, que pueden mitigar las caídas gracias a su crecimiento de largo plazo, además de una composición sectorial selectiva donde la exposición a sectores sensibles a los recientes acontecimientos no es significativa”. En renta fija, “preferimos exposición a la alta calidad crediticia”. Además, “consideramos interesante tener exposición a oro como activo real y descorrelacionador en un contexto de repuntes de inflación y ralentización del ritmo de crecimiento global, que puede suponer una mayor volatilidad”. Finalmente, “algunas de las temáticas que nos parecen relevantes son los cambios demográficos, la geopolítica, los nuevos patrones de consumo, la disrupción tecnológica y el cambio climático”, concluye.