Desde el punto de vista de los mercados, dejamos atrás un año excepcional -2019- en que la inmensa mayoría de clases de activos han generado rentabilidades positivas. Este hecho de por sí ya lo hace único. Es además el colofón a un rally históricamente largo: una década de ganancias que también se han producido de manera transversal en todos los mercados, tanto en la bolsa como en la deuda pública. Pero uno de los aspectos que lo convierte en excepcional es que justamente es el año que sigue a 2018, que en su propia medida fue también un año único: en 2018 la inmensa mayoría de clases de activos generaron pérdidas.
Ese año, las carteras teóricamente óptimas basadas en la diversificación de activos fueron inútiles a la hora de proteger los patrimonios de los inversores. Más de un cliente nos decía a principios de este año que no podía comprender cómo había perdido dinero en 2018 si en 2008 consiguió sortear la recesión sin que sus carteras entraran en ningún momento en números negativos.
Efectivamente, 2008 fue un año catastrófico desde el punto de vista económico. Instituciones financieras históricas como Lehman Brothers y Bear Stearns desaparecían de la noche a la mañana, así como los ahorros de miles de personas que no pudieron mantenerse a flote ante la llegada de la recesión y el desplome del sector inmobiliario. Pero incluso en este escenario terrible, los inversores bien asesorados y con carteras bien diversificadas consiguieron mantenerse en números positivos.
En cambio, 2018 sólo fue una alarma de recesión -y probablemente una falsa alarma- y nadie recuerda un mercado en que la diversificación fuera tan inútil. ¿Qué había pasado?
Las carteras bien diversificadas no alcanzaron su objetivo a causa del efecto de las políticas monetarias aplicadas por los bancos centrales de todo el mundo. No funcionaron en 2018, pero tampoco lo hicieron en 2019: activos teóricamente descorrelacionados volvieron a moverse en la misma dirección, pero no nos importó porque era hacia arriba.
2020 marca el inicio de una nueva fase. Los bancos centrales son conscientes de los efectos de subir tipos de interés, pero también son conscientes que más QE es peligroso. En un año en que la economía muestra signos de ser capaz de seguir creciendo de manera autónoma, su objetivo va a ser pasar todo lo desapercibidos que sea posible.
Cuentan en su favor que los fundamentales son sólidos. Tenemos la primera fase del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China en marcha, mientras que los indicadores adelantados parecen haber tocado fondo y además el mercado no parece especialmente caro, sobre todo fuera de Estados Unidos.
Tenemos además año de elecciones en Estados Unidos, con lo que podemos pensar que el Presidente Trump va a utilizar todos los medios a su alcance para que el crecimiento económico sirva como aval para su reelección. La política fiscal podría jugar un papel clave en este punto, a través de nuevos estímulos que aceleren el crecimiento económico.
En Europa también existe un consenso de la necesidad de una política fiscal más expansiva, pero llevamos tanto tiempo sin aplicarla que probablemente no sabremos ni por dónde empezar.
A la hora de plantear las inversiones para 2020 debemos utilizar toda esta información con cuidado, o buscar el asesoramiento de un experto con años de experiencia.
El nuevo enfoque con unos bancos centrales más pasivos puede ser la gran diferencia con lo que hemos estado viendo estos últimos 10 diez años, con especial virulencia en 2018 y 2019: puede ser el año en que la diversificación vuelva a ser la clave para ganar dinero, o no perderlo, en nuestras carteras. Si los bancos centrales abandonan el protagonismo de los mercados, los activos financieros pueden volver a tener un comportamiento normal, y las correlaciones entre ellas pueden volver a lo que habían sido. Aquí además debemos dar una valoración extra a la experiencia, nuestra o de nuestro asesor: llevamos diez años de QE, y muchos de los que trabajan hoy día en los mercados no han visto nunca la relación inversa entre deuda pública y renta variable.
Finalmente, un punto más a tener en cuenta. Por mucho que nos duela, este tampoco va a ser el año de inversores conservadores: para el que no esté dispuesto a asumir riesgo bursátil, ganar dinero en 2020 va a ser aun más complicado.