Todo esto configura un escenario que da algo de miedo para muchos expertos, pero no son los únicos riesgos a los que se asoma el sector. Como cada año, Anthony Doyle, director de inversiones en Renta Fija en M&G, desgrana cuáles son los cinco riesgos más terroríficos para la renta fija en pleno día de Halloween.
En su opinión, los mercados de inversión han demostrado ser sumamente resilientes durante el año 2017. “Es innegable que el entorno geopolítico ha planteado una serie de días de espanto en los que vimos olas de ventas en el mercado, pero la volatilidad general se ha aplacado y la mayoría de las clases de activos han generado rentabilidades sólidas. Dicho esto, cualquier aficionado a las películas de miedo sabe que el susto llega cuando todo parece estar tranquilo”.
Doyle señala que “teniendo presente esta premisa, a continuación, mostramos algunos gráficos que arrojan luz sobre varias amenazas que acechan en la sombra a la economía global”.
La expansión cuantitativa del BCE ha apuntalado los mercados de bonos soberanos: explica el experto que es innegable que el BCE, con su programa de expansión cuantitativa, ha desempeñado un papel muy importante en el éxito económico. “Son muchos los que señalan la caída de las rentabilidades de la deuda del área periférica como signo inequívoco de que la crisis de la deuda soberana del euro ha terminado definitivamente. La cuestión es si la caída de las rentabilidades implica que se ha recuperado la confianza en la capacidad de los países de la eurozona de pagar la deuda, o simplemente refleja las compras de activos que ha llevado a cabo el BCE desde que empezó el programa de expansión cuantitativa”.
En en el siguiente gráfico se observa que que las compras oficiales de deuda de la eurozona han eclipsado a las emisiones netas desde mayo de 2015. De hecho, el programa de expansión cuantitativa del BCE es actualmente 7 veces superior a la emisión neta. “¿A alguien le sorprende que las rentabilidades hayan caído? ¿Qué pasará cuando el BCE intente cerrar el grifo de dinero fácil?”, se pregunta Doyle.
La deuda es una fiera indomable: comenta el experto que en las economías avanzadas del G20, el ratio de deuda en relación con el PIB ha aumentado de forma estable durante la última década y actualmente dicho ratio se sitúa por encima del 260% o, lo que es lo mismo, 135 billones de dólares estadounidenses.
“Es innegable que gobiernos, empresas y hogares nunca habían vivido por encima de sus posibilidades durante tanto tiempo. Este es el motivo por el cual los tipos de interés de las economías desarrolladas son tan bajos y es poco probable que vuelvan a los niveles anteriores a la crisis financiera de 2008”, implica el experto. Para los inversores, esto significa que hay que asumir más riesgo para generar rentabilidades positivas reales, señala.
Los inversores se agolpan en los activos de riesgo: Doyle indica que “un repunte de la aversión al riesgo por parte de los inversores o una conmoción externa de algún tipo (como la caída del precio del petróleo del año 2014) sería preocupante para el rendimiento de las inversiones de las clases de activos de mayor riesgo, como el high yield y los mercados emergentes”.
El experto apunta que “si los inversores corren buscando una salida, se podría desencadenar una venta masiva de activos más arriesgados y menos líquidos conservados en fondos de inversión de capital variable, lo que podría traducirse en una considerable caída de precio. El carácter sumamente progresivo de la normalización de la política monetaria podría estar empeorando estos riesgos, puesto que un contexto continuado de bajas rentabilidades y volatilidad alienta a los inversores a aumentar la exposición al riesgo de crédito, la duración y el apalancamiento financiero”.
Pese a las bajas tasas de desempleo, los sueldos no suben y la productividad es deficiente: “el ínfimo aumento de los salarios pese a la reducción de las tasas de desempleo, indica que se ha reducido el poder de fijación de precios de la mano de obra como factor de producción. Esto supone un problema, puesto que los mercados laborales siempre se han considerado una pieza fundamental para la inflación, teniendo en cuenta que la subida de los salarios en general se ha traducido en un aumento de los costes de producción y, a su vez, en un aumento de los precios. Por primera vez, responsables de bancos centrales como Mario Draghi y Haruhiko Kuroda han pedido a los sindicatos que aumenten sus demandas relativas al aumento de los salarios, porque como afirmó Draghi, los sueldos son “el factor que más influye en la inflación”, reconoce el experto.
Doyle comenta que “cuanto más capaces sean los trabajadores de reforzar su poder de fijación de precios, más probable es que las empresas acepten sus demandas salariales. Por desgracia para los trabajadores con ingresos bajos y medios de las economías del G7, el poder de fijación de precios ha caído desde principios de los años 90. La caída de la densidad y cobertura sindical, junto con un descenso de la protección del empleo, ha dejado a los trabajadores en una posición más débil para presionar y obtener una mejora salarial. A menos que los trabajadores pueden empezar a demandar mejores retribuciones, es probable que sigan sufriendo el descenso de los salarios reales. Este ha sido el caso en el Reino Unido, donde los costes laborales unitarios y la inflación han crecido un 16% y un 25% respectivamente desde 2008”.
Y no podía faltar: el gráfico del Brexit: “Este gráfico muestra la proporción del comercio británico total por acuerdo comercial. Según Bruegel, aproximadamente el 51% del comercio británico actual tiene lugar con la UE, el 4% con países del EEE o que tienen un acuerdo de unión aduanera y el 9% según acuerdos de comercio preferencial (PTA) de la UE existentes. El 21% de los acuerdos comerciales se realizan con países que tienen un PTA en negociación”.
Señala Doyle que “a menos que se llegue a algún tipo de acuerdo, en marzo de 2019 el Reino Unido deberá negociar acuerdos con la mayoría de sus socios comerciales. Esto supone un desafío de gran envergadura ya que los acuerdos comerciales de gran complejidad no son fáciles de negociar y suelen requerir años. Si el Reino Unido abandona el mercado único de la Unión Europea y la Unión Aduanera de la UE, es probable que se apliquen barreras comerciales arancelarias y no arancelarias (como cuotas, embargos y gravámenes) entre el Reino Unido y sus principales socios comerciales europeos. Es posible que el acceso de algunos sectores y empresas al mercado europeo sea mucho más limitado, lo que supondría un gran obstáculo para el crecimiento económico del Reino Unido a corto plazo”.